SER MADRE JOVEN
sábado, 29 de marzo de 2014
TU ERES MI ANGEL MAMÁ
Estaba sola, a sus tiernos 17 años ya era madre de un niño pequeño y
llevaba otro en el vientre. Perdió a su madre, ella no sabía oficio
alguno, y ¿quién la iba a emplear con un niño pequeño y otro en el
vientre? Qué difícil es conseguir el pan cuando se es joven y
desamparada. Su niño le pedía comida y ella se desgarraba en su
dolor.
Aquella tarde con su gran barriga fue a la iglesia, la enorme panza le hizo difícil hincarse pero una vez de rodillas, lloró con profunda tristeza, luego miró el cristo crucificado y le dijo (pensando en el hambre de su niño, y en su propia hambre):
- Padre, yo no quisiera, pero en cuanto este niño nazca ya decidí lo que haré, mientras tanto pediré limosna si es necesario.
Y en verdad, hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así, con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio.
Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir. Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten vergüenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre. Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
- ¡Vete no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco!
Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto.
Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras lejos de su casa. De pronto, una cálida sábana le cubrió la espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:
- Madre, toda la noche te he buscado, ven, volvamos a casa.
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas.
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me avergüenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre:
- ¡Que se vaya! ¿No ves que es una cualquiera?, ¿no te da pena su oficio? A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional.
- Pues vete con tus amigos que yo me quedaré a cuidarla. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo? Yo sólo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fue.
Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor. El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella aprovechándose de su inexperiencia, la abandonó, -como un día otro cobarde abandonara a su madre- dejándola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento de la crueldad con su madre la atormentaba tanto, que había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento volvió al hogar.
Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor.
- Vengo -le dijo-, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir.
El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo:
- Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre.
- ¡¡¡Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarró el alma, y llorando se echó sobre la tumba, besó la tierra y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué no pude ver a mi madrecita por última vez?, ¿por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? ¿Por qué te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós? Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo:
- ¿Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño, le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha perdonado a los dos, yo también fui culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la dejé consumirse de tristeza.
Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos, como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseñó.
Los hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre les bendijo por última vez.
La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que después de Dios, sólo tenemos el amor de nuestra madre.
Si aún conservas a tu madre, venérala como un ángel, y si ella te lastima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te avergüences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.
Aquella tarde con su gran barriga fue a la iglesia, la enorme panza le hizo difícil hincarse pero una vez de rodillas, lloró con profunda tristeza, luego miró el cristo crucificado y le dijo (pensando en el hambre de su niño, y en su propia hambre):
- Padre, yo no quisiera, pero en cuanto este niño nazca ya decidí lo que haré, mientras tanto pediré limosna si es necesario.
Y en verdad, hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así, con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio.
Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir. Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten vergüenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre. Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
- ¡Vete no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco!
Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto.
Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras lejos de su casa. De pronto, una cálida sábana le cubrió la espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:
- Madre, toda la noche te he buscado, ven, volvamos a casa.
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas.
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me avergüenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre:
- ¡Que se vaya! ¿No ves que es una cualquiera?, ¿no te da pena su oficio? A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional.
- Pues vete con tus amigos que yo me quedaré a cuidarla. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo? Yo sólo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fue.
Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor. El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella aprovechándose de su inexperiencia, la abandonó, -como un día otro cobarde abandonara a su madre- dejándola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento de la crueldad con su madre la atormentaba tanto, que había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento volvió al hogar.
Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor.
- Vengo -le dijo-, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir.
El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo:
- Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre.
- ¡¡¡Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarró el alma, y llorando se echó sobre la tumba, besó la tierra y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué no pude ver a mi madrecita por última vez?, ¿por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? ¿Por qué te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós? Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo:
- ¿Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño, le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha perdonado a los dos, yo también fui culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la dejé consumirse de tristeza.
Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos, como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseñó.
Los hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre les bendijo por última vez.
La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que después de Dios, sólo tenemos el amor de nuestra madre.
Si aún conservas a tu madre, venérala como un ángel, y si ella te lastima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te avergüences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.
SER MADRE JOVEN
Ser madre Joven REFLEXIONES Y POEMAS
SER MAMA JOVEN SIGNIFICA QUE:
TAL VEZ NOS CONOCIMOS MUY PRONTO, PERO QUE TE DISFRUTARÉ Y AMARÉ MÁS
TIEMPO... QUE SERÉ TU MADRE Y NO TU ABUELA… QUE JUGARÉ CON MIS NIETOS (Y
BISNIETOS QUIZAS).
ALGUNAS PERSONAS… DICEN QUE MI VIDA TERMINÓ CUANDO NACIÓ MI HIJO, PERO MI VIDA APENAS COMENZÓ...!TU NO TE LLEVASTE MI FUTURO, ME DISTE UNO NUEVO… VALES TODOS MIS ESFUERZOS, SER MAMÁ NO TE ROBA TU JUVENTUD. TE DA UNA NUEVA PERSPECTIVA…!
ALGUNAS PERSONAS… DICEN QUE MI VIDA TERMINÓ CUANDO NACIÓ MI HIJO, PERO MI VIDA APENAS COMENZÓ...!TU NO TE LLEVASTE MI FUTURO, ME DISTE UNO NUEVO… VALES TODOS MIS ESFUERZOS, SER MAMÁ NO TE ROBA TU JUVENTUD. TE DA UNA NUEVA PERSPECTIVA…!
Frases para Madres Jóvenes
La maternidad es una maravillosa experiencia y una responsabilidad
enorme, hoy estas frases están dedicadas a todas las jóvenes y
adolescentes que han decidido ser madres y que han madurado junto con
sus hijos. Para todas esas madres valientes, estas frases.
FRASES PARA MADRES JÓVENES:
Son los actos y actitudes las que hacen a una madre, no su edad. (Autor desconocido)
Muchos dicen que llegaste demasiado pronto, yo digo que llegaste justo a tiempo para hacerme feliz. (Autor desconocido)
La edad no decide que tan buena madre eres. (Autor desconocido)
El amor de una madre es paciente y comprensivo cuando todos los demás te abandonan nunca falla o flaquea, aunque su corazón se esté rompiendo. (Helan Rice)
No hay manera de ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre. (Jill Churchill)
No me quitaste mi futuro, me diste uno nuevo. (Autor desconocido)
Cuando un adolescente tiene un hijo un capítulo de su vida termina, pero otro aún más sorprendente comienza.
El corazón de la madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra y con el cual se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad.
Madre: La palabra más bella pronunciada por el ser humano. (Kahlil Gibran)
Hay sólo un niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene. (José Martí)
Sólo una madre sabe lo que es amar y ser feliz.
Yo te miro, te miro sin cansarme de mirar y qué lindo niño veo a tus ojos asomar. (Gabriela Mistral)
FRASES PARA MADRES JÓVENES:
Son los actos y actitudes las que hacen a una madre, no su edad. (Autor desconocido)
Muchos dicen que llegaste demasiado pronto, yo digo que llegaste justo a tiempo para hacerme feliz. (Autor desconocido)
La edad no decide que tan buena madre eres. (Autor desconocido)
El amor de una madre es paciente y comprensivo cuando todos los demás te abandonan nunca falla o flaquea, aunque su corazón se esté rompiendo. (Helan Rice)
No hay manera de ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre. (Jill Churchill)
No me quitaste mi futuro, me diste uno nuevo. (Autor desconocido)
Cuando un adolescente tiene un hijo un capítulo de su vida termina, pero otro aún más sorprendente comienza.
El corazón de la madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra y con el cual se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad.
Madre: La palabra más bella pronunciada por el ser humano. (Kahlil Gibran)
Hay sólo un niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene. (José Martí)
Sólo una madre sabe lo que es amar y ser feliz.
Yo te miro, te miro sin cansarme de mirar y qué lindo niño veo a tus ojos asomar. (Gabriela Mistral)
LA JOVEN MADRE
-¿Es largo el camino? -preguntó.
Su guía le contestó: -Sí, y el camino es arduo.
Pero la joven Madre estaba feliz y pensaba que nada podía ser mejor que el tiempo que estaba viviendo.
Por eso, se puso a jugar con sus hijos, a recoger flores para ellos a lo
largo del camino, y los bañó en los arroyos cristalinos; el sol brilló
sobre ellos, la vida era buena y la joven Madre gritó:
-Nada podrá superar la hermosura de esto.
Llegó la noche, y la tormenta, el sendero se oscureció y los niños
temblaron de frío. La Madre los allegó a su seno, y los cubrió con una
manta. Los niños dijeron:
-Mamita, no tenemos miedo porque tú estás con nosotros, y nada nos puede dañar.
La Madre dijo: Esto es mejor que la luz brillante del día, porque he infundido valor a mis hijos.
Llegó la mañana, y vieron una montaña por delante.
Los niños subían y el cansancio los vencía, pero la Madre, aunque
cansada, les decía siempre: Tengamos un poco de paciencia y llegaremos.
Llegaron a la cumbre y allí dijeron: Sin ti jamás hubiéramos llegado, Mamá.
Aquella noche la Madre, acostada, miró las estrellas y dijo:
Este día es mejor que el anterior, porque mis hijos han aprendido a enfrentar las asperezas de la vida con entereza.
Ayer les di coraje, hoy les he dado fortaleza.
El día siguiente trajo extrañas nubes sobre la tierra, que la cubrieron
de tinieblas. Eran las nubes de la guerra, del odio y del mal. Los hijos
caminaron a tientas y tropezaron.
La Madre les dijo: Miren hacia arriba. Levanten la vista hacia la Luz. Y
ellos miraron y vieron por sobre las nubes una Gloria eterna que los
dirigió y los llevó más allá de las tinieblas. Aquella noche la Madre
dijo:
Este es el mejor de todos los días porque he conducido mis hijos al conocimiento de Dios.
Los días pasaron, las semanas, los meses, los años.
La Madre envejeció y sus espaldas se curvaron.
Ya sus hijos eran grandes y fuertes y caminaban sin temor.
Cuando el camino se ponía difícil, ellos ayudaban a su Madre.
Si el camino era muy áspero, la levantaban porque era liviana como una pluma.
Por fin llegaron a una colina, detrás de la cual divisaron un camino
resplandeciente y las puertas de oro abiertas de par en par.
La Madre dijo: He llegado al final de mi viaje.
Ahora sé que el final es mejor que el principio, porque mis hijos pueden caminar solos y sus hijos les siguen.
Y los hijos dijeron: Siempre caminarás con nosotros Mamá, aún después que hayas pasado por aquellas puertas. Y de pie, se quedaron mirándola cuando sola siguió caminando hasta que las puertas de oro se cerraron tras ella.
Y los hijos dijeron: Siempre caminarás con nosotros Mamá, aún después que hayas pasado por aquellas puertas. Y de pie, se quedaron mirándola cuando sola siguió caminando hasta que las puertas de oro se cerraron tras ella.
Y se dijeron: No podemos verla, pero todavía está con nosotros.
Una Madre como la nuestra es más que una memoria.
Es una presencia viva.
ANTES DE SER MAMÁ
ANTES DE SER MAMÁ...
Yo comía mi comida caliente. Mi ropa lucía planchada y limpia todo el día.
Podía sostener largas y tranquilas conversaciones telefónicas.
ANTES DE SER MAMÁ...
Me dormía tarde, tan tarde como quería
y jamás me preocupaban las desveladas.
Cepillaba y cuidaba mi pelo, lucía uñas largas y hermosas. Mi casa
estaba limpia y en orden, no tenía que brincar juguetes olvidados por
todos lados.
ANTES DE SER MAMÁ...
No me apuraba si alguna de mis plantas era venenosa, ni pensaba en lo
peligroso de las
escaleras o las esquinas de mis muebles.
No dejaba mi tiempo en consultas mensuales con el doctor, ni consideraba
siquiera la palabra VACUNA.
ANTES DE SER MAMÁ...
No tenía que limpiar comida del piso, ni lavar las huellas de pequeños
deditos marcadas en los vidrios.
Tenía control absoluto de mi mente, mis pensamientos,
mi cuerpo y mi aspecto físico...
Dormía toda la noche y los fines de semana eran totalmente relajados.
ANTES DE SER MAMÁ...
No me entristecían los gritos de los niños en la
consulta médica, no tuve jamás que detener, con lágrimas en mis ojos, una
piernita que sería
inyectada.
ANTES DE SER MAMÁ... Yo nunca sentí un nudo en la garganta al mirar a
través de unos ojos llorosos y una carita sucia.
No conocía la felicidad total con sólo
recibir una mirada.
No pasaba horas mirando la inocencia
dormir en una cuna.
Nunca sostuve a un bebé dormido SOLO porque no quería alejarlo de mí
ANTES DE SER MAMÁ...
Nunca sentí que mi corazón se rompía en
un millón de pedazos al no poder calmar el dolor de un niño.
Nunca supe que algo tan pequeño, podía afectar TANTO mi mundo.
Nunca supe que podía amar a alguien de
ese modo, nunca supe que amaría como una MADRE.
ANTES DE SER MAMÁ...
Yo no conocía el sentimiento que provoca tener mi corazón fuera de mi
cuerpo.
No sabía que tan especial me sentiría al alimentar a un bebé hambriento.
No sabía de esa cercanía inmensa entre una madre y su hijo.
No sabía que algo tan chico podría hacerme sentir tan importante.
ANTES DE SER MAMÁ...
No imaginaba tanta calidez, tanta dulzura, tanto amor.
No imaginaba lo grande y lo maravilloso que sería,
No imaginaba la satisfacción de ser madre, no sabía que yo era capaz de
sentir tanto...
HOY NO IMAGINO MI VIDA SIN ESA PEQUEÑA SONRISA PICARA Y TRAVIESA,
SIN ESA HUELLA DE CHOCOLATE EN LA PARED, SIN ESE OLOR A PUREZA, SIN
ESCUCHAR DE UNOS PEQUEÑOS LABIOS
ESA PALABRA CORTA Y LARGA A LA VEZ...
"MAMÁ".
TU NO ELEGISTE SER MAMÁ, PERO LO ERES
Apuesto que nunca olvidarás ese día en que temblorosa compraste una
prueba de embarazo y prometiste que si salía negativo nunca más “lo ibas
a hacer". Corriste con tus amigas o simplemente sola al primer baño que
encontraste, mientras nerviosa leías las instrucciones, depositaste las
últimas gotas de esperanza y de un -¡Por favor! Diositio no-.
Tenías toda una vida por delante, sueños, proyectos, viajes, pero te
azotaste contra la realidad cuando un implacable positivo se anunciaba
como un aviso abandonado y luminoso en medio de una nocturna carretera
desierta. Quedaste en blanco, a los pocos segundos lloraste, puteaste
contra el mundo y los hombres, pero así y todo, nunca dejaste de
percibir esa incrédula y extrañamente gratificante sensación de tener un
ser dentro de ti. -¿Qué hago? Mis papás me van a matar ¿Qué dirán de mí los demás?- .
Pensaste en pastillas abortivas, recetas caseras, abortos
clandestinos, sentiste el miedo como un frío terrible, no había dinero y
la verdad, no serías capaz de hacerlo. ¿Y tus sueños? Ya se habían
transformado en una pesadilla de la cual no podías despertar.
Los días pasaron, tus padres se lamentaron profundamente, lloraron. A
veces te pasabas el día entero vomitando, pero siempre mucho más,
llorando, por dentro o por fuera, te pasabas los días enteros llorando.
Dejaste el alcohol, los amigos, carretes y hasta el cigarrillo, te
sentiste sola, estabas sola. Ibas a los controles y tratabas de
descifrar ese lenguaje que algunos médicos ni se molestan en explicar.
Ocultaste con infinitas maniobras, (chalecos, polerones), tu nueva
condición de embarazada, pero no fue hasta el primer palpitar dentro de
tu vientre, que asumiste que la cosa iba en serio.
Pasaban los meses y aún seguías confundida entre tus egoísmos y el
cariño materno. Acariciabas tu panza y a veces simplemente te odiabas,
esperando que algún buen hombre se dignara a concederte el asiento
justamente diseñado para estos casos y que tú no serías capaz de pedir.
Te mareabas y te avergonzabas sin razón aparente. Ya todo era tan
evidente, empezaste a comer por dos, nunca dejaste de sentir miedo, sin
embargo, te divertiste buscando nombres, comprando ropas y cascabeles,
imaginándote ese futuro nuevo.
No estabas preparada, pero así y todo llegó el momento, así que te
mordiste cada una de las contracciones, aunque las lágrimas no podían
dejar de aflorar producto del dolor. Apretaste almohadas y gemiste hasta
que un especialista te inyectó una buena dosis de calma, ya estabas
entregada.
Los médicos abrieron tus piernas y ahí tú, utilizando una fuerza que
jamás habías ocupado en tu vida, pujaste hasta dar al mundo otra nueva
vida. Nunca dejaste de sentir miedo, pero ahí con el pequeño ser humano
entre tus pechos, te dejaste llevar por un par de ojitos color de acero.
Tú no elegiste ser madre, pero lo fuiste y aún no entiendes cómo
después de ese momento en que sus miradas se cruzaron, fuiste capaz de
amar a alguien sin siquiera conocerlo.
Hoy eres madre, y sigues teniendo miedo, pero fuiste valiente y eso yo te lo agradezco.
EL EMBARAZO ADOLESCENTE
El embarazo Adolescente
En América Latina en los últimos treinta años, ha aumentado
la tasa de maternidad adolescente, por encima de la región Africana, entre los
15 y los 19 años, y que de cada mil embarazos en Latinoamérica responden a
"embarazos adolescentes probablemente no deseados". El embarazo en la
adolescencia constituye un problema social, económico y de salud pública de
considerable magnitud, que últimamente se ha expandido considerablemente en
nuestro país. Esta condición refleja las falencias en nuestro sistema
educativo, en la formación y educación de los jóvenes, la escaza o nula y
negativa participación de la familia, especialmente los padres, en la formación
de sus hijos y la sociedad en general que marca valores novedosos lo cual ha alterado
el comportamiento social de la juventud, que sufre las consecuencias, por
ejemplo en la gestación precoz de niñas en etapa de adolescencia lo cual agrava
en un ciclo negativo las condiciones de pobreza, acceso a la educación y
pérdida de calidad de vida. Los embarazos no deseados y muy tempranos, ocurren
en adolescentes de 14 a 17 años, son reconocidos o detectados en el COTAESG a
partir del año 2005 y reflejan lo que ocurre en otros ámbitos del país y en
otras instituciones de educación, por lo cual es necesario investigar este tema
por las repercusiones sociales-económicas y educativas que sufren las jóvenes
adolescentes, en sus familias y en las instituciones educativas, lo que implica
malestar social y generación de nuevas demandas de atención pública lo cual
origina requerimientos de inversión y retraso en la solución de formas de vida
o el acceso a la educación o la superación de los niveles de estudio el
objetivo. Identificar el impacto socio-económico-pedagógico que origina el
embarazo por lo que trabajamos con grupos humanos buscando el cambio, la
transformación.
Falta de información, relaciones sexuales sin protección, inadecuada
educación sexual, intoxicación por drogas y violación son -entre otras- las
causas del embarazo en las adolescentes.
Un embarazo a tan temprana etapa modifica y altera el proyecto de vida de
las adolescentes, además de poner en riesgo la salud de la madre y del hijo.
Deserción escolar, nivel de educación bajo, ingresos inferiores de por vida
y abandono de la vida social son algunas de las consecuencias de un embarazo en
la etapa de la adolescencia.
Y desde el aspecto físico y de la salud, la gestación en jovencitas ocasiona
más abortos, bebés muertos al nacer o problemas congénitos en los pequeñitos.
Es duro darnos cuenta que estamos embarazadas pensamos que
el mundo se nos va a venir encima y no sabemos qué hacer, lo único que te
aconsejo es que luches por traer al mundo a ese bebe de pronto te toca pasar
por cosas muy duras pero todo eso se olvidara cuando tengas a tu bebe en tus
brazos es algo tan hermoso, y cuando te de sus primeras sonrisas sé que
pensaras que traer ese bebe al mundo es la cosa más maravillosa que puedes
haber hecho.
Maricela Castillo
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